
En el verano de 2020, el asesinato de George Floyd a manos de un oficial de policía en los Estados Unidos provocó manifestaciones nacionales e incluso internacionales. Gran parte de las personas blancas estadounidenses se dieron cuenta del gran problema de racismo que hay en su país (Cole, 2020), aunque no es un fenómeno nuevo. De hecho, el racismo ha estado presente en la sociedad estadounidense desde el nacimiento de la nación. Un análisis en profundidad de todas las facetas de este problema está más allá del alcance de este artículo, pero proporcionaremos una descripción general del desarrollo de este fenómeno que, con suerte, conducirá a una apreciación más profunda de la complejidad de este problema y la desesperada necesidad de cambio.
Una Historia en Breve de la Creación del Concepto de Raza
Los Estados Unidos, tal como los conocemos tienen su origen en la explotación de las personas nativas americanas (Memmi, 1965). Aunque el “mundo nuevo” ofreció la posibilidad de prosperidad a algunos inmigrantes europeos, la desigualdad económica se convirtió en un hecho desenfrenado. Aunque los colonos ricos se hacían cada vez más ricos, dependían en gran medida del trabajo de sirvientes blancos contratados y esclavos negros. Cuando se dieron cuenta de la fuerza de los sirvientes blancos y los esclavos negros unidos para derrocar a la clase dominante explotadora (por ejemplo, en la Rebelión de Bacon en 1675) decidieron dividirles para evitar su rebelión. Los ricos renunciaron a su dependencia de la servidumbre; a cambio, importaron más esclavos negros y crearon lo que se llegó a conocer como “soborno racial”. Esto consistía en otorgar privilegios a los blancos – como vigilar a las poblaciones de esclavos (formándose así una de las primeras fuerzas policiales), más acceso a las tierras de los nativos americanos y protección para la mano de obra libre de la competencia con la mano de obra esclava – a fin de abrir una brecha entre los esclavos negros y los blancos pobres (Alexander, 2010).

James Madison, padre fundador y autor de la Constitución de Estados Unidos de 1787, dijo que la nación debería constituirse «para proteger a la minoría de opulentos contra la mayoría». Con el fin de proteger a la minoría adinerada de la mayoría de la clase trabajadora se creó el concepto de raza, y la Constitución de los Estados Unidos se redactó de tal manera que apoyara los intereses de la élite permitiéndoles mayores libertades mientras se instituía oficialmente la raza esclavista en la cultura y el derecho estadounidenses (Alexander, 2010).
La deshumanización se utilizó para justificar la esclavitud de las personas negras, y durante los siglos XVIII y XIX, surgió la teoría de la raza. Ésta seguía la suposición naturalista de que el mundo físico tiene un orden intrínsecamente jerárquico en el que los blancos son los más desarrollados (Wander, Martin, y Nakayama, 2005). El concepto de raza continuó evolucionando y la división entre personas blancas y no blancas se hizo más grande. A los nuevos inmigrantes y generaciones se les enseñó por medios tanto implícitos como explícitos el «estándar estadounidense» y la jerarquía de la raza en los Estados Unidos (Barrett, 1992).
A lo largo de las siguientes décadas, desde la firma de la Constitución hasta la actualidad, el racismo se ha utilizado para dividir a las personas en Estados Unidos y, apoyándose en estereotipos, las leyes han creado profundas desigualdades. De esta forma, las creencias y narrativas populares han creado una profunda división racial.
Desarrollo del Habitus Blanco
El racismo, la desigualdad y las opresiones sistémicas basadas en la raza han existido a lo largo de la historia de la nación. A cada generación se le transmite su lugar dentro de esta jerarquía racial y estatus quo a través de procesos implícitos y explícitos. La teoría del aprendizaje social de Bandura (1969) destaca la centralidad del aprendizaje por observación en el desarrollo. Los/as niños/as aprenden no solo de los miembros de la familia, sino también de los/as adultos/as extrafamiliares, de sus compañeros/as y su experiencia con distintos modelos de aprendizaje. Por lo tanto, pueden recopilar tácticas y estrategias generales de la conducta que van más allá de lo que han visto u oído (Bandura, 1969; Bandura, 1978).

Utilizando el modelo de sistemas anidados de Bronfenbrenner (1979), queda clara la vasta esfera de esta influencia social. El microsistema, por ejemplo, incluye influencias inmediatas como la familia, los vecinos, la escuela, y la iglesia (Shaffer, 2009). En Estados Unidos, por razones económicas, históricas y fenómenos de «fuga blanca», los/as niños/as blancos/as son la población más segregada de la comunidad: el 68,3% viven principalmente en comunidades blancas (Bonilla-Silva, 2014). En 1954, Allport demostró que el contacto igualitario con grupos estereotipados ayuda a disminuir los prejuicios, una afirmación que ha sido apoyada por innumerables estudios (e.g. Hewstone y Swart, 2011).
La mayoría de los/as niño/as blanco/as en los Estados Unidos, sin embargo, carecen de este contacto y, por lo tanto, carecen de este recurso para minimizar los efectos del prejuicio aprendido. En la escuela también carecen contacto con personas no blancas. Pew Research ha encontrado que en las escuelas donde el 90% de la población estudiantil no era blanca, sólo el 55% del profesorado no eran blanco; sin embargo, en las escuelas donde el 90% de la población estudiantil era blanca, el 98% del profesorado era blanco (Geiger, 2018). Los estudios han demostrado que los/as maestros/as blancos/as a menudo mantienen involuntariamente prejuicios e inequidades implícitas en sus aulas (e.g. Castagno, 2013), mientras que la forma en que se enseñan ciertas materias, sobre todo la historia, se ha relacionado con la defensa de la supremacía blanca (e.g. Du Bois, 1969; Denoon, 1992; Schuman, Schwartz y D’Arcy, 2005). Mientras tanto, se ha demostrado que la iconografía religiosa blanca, como la representación de un Jesús blanco, aumenta las actitudes contra las personas negras en los feligreses (Howard y Sommers, 2019). El mesosistema consiste en las relaciones e interacciones entre de estos microsistemas, y aquí se ha demostrado que la forma en que un padre o una madre se relaciona con los demás, por ejemplo, tiene un efecto significativo en el/la niño/a (Castelli et al., 2009).
El exosistema está formado por influencias como la administración local y los medios de comunicación. Las personas negras representan solo el 1-2% de todo los cargos electos a nivel nacional (Bonilla-Silva, 2014), lo que significa que el control a estos niveles está también en manos blancas. Se ha demostrado que los medios de comunicación tienen una inmensa influencia en el desarrollo de creencias y comportamientos (e.g. Bandura, 1969; Bandura, 1978). La televisión de entretenimiento en los Estados Unidos es abrumadoramente blanca, con personajes blancos que comprenden entre el 73% y el 80% de la población televisiva, mientras que los miembros de grupos minoritarios a menudo son elegidos para roles estereotipados (Mastro, 2015). Las noticias son especialmente culpables de perpetuar el estatus quo racial y presentar ciertas «verdades» mientras omiten otras y protegen la ceguera al privilegio blanco (Jungkunz y White, 2013).
Por último, el macrosistema incluye influencias como las leyes e ideologías de la sociedad. Se han escrito innumerables libros y artículos sobre las incalculables formas en que las leyes estadounidenses han defendido el racismo sistémico (e.g. Zinn, 2005; Alexander, 2010; Rothstein, 2017). Los estudios han demostrado que las ideologías populares en los Estados Unidos, como la meritocracia y el individualismo, sirven para minimizar los efectos de la desigualdad estructural y sistémica, y explicar así la desigualdad en términos de cualidades individuales, que contribuyen a los estereotipos y a la defensa de la supremacía blanca (e.g. Dalton, 2005; Knowles y Lowery, 2012).
En resumen, está claro que el origen del prejuicio y el racismo, tanto sutil como explícito, proviene de una variedad de influencias sociales dentro del entorno del niño/a, desde aquellas influencias que lo rodean en su entorno inmediato, hasta aquellas en una escala mayor de ideología social.
Manteniendo el Prejuicio Contra las Personas Negras
Una vez que se han formado estos prejuicios, se resisten al cambio. Los individuos se aferran a las creencias incluso cuando son refutadas por la evidencia, lo que dificulta cambiar los prejuicios existentes (e.g. Anderson, 1983). Además, existen muchas amenazas psicológicas asociadas con el reconocimiento de la existencia de racismo internalizado y la existencia de privilegios raciales. Estos incluyen amenazas personales (e.g. Lowery, Knowles y Unzueta, 2007), amenazas grupales (e.g. de Lemus et al, 2015) y amenazas de la cosmovisión (e.g. Knowles et al., 2014).

En respuesta a estas amenazas, se utilizan varios mecanismos de autodefensa que sirven como obstáculos para el cambio, tales como la negación y el distanciamiento (e.g. Knowles et al., 2012), daltonismo (e.g. Esposito y Romano, 2014) y narración de historias (e.g. Bonilla-Silva, 2014). Estos mecanismos sirven como obstáculos para reducir los prejuicios.

El único mecanismo de autodefensa que es eficaz frente al prejuicio racial es el desmantelamiento, que incluye trabajar activamente para cambiar el prejuicio internalizado, así como para cambiar los sistemas e influencias que rodean al individuo (Knowles et al., 2014).
La Desesperada Necesidad de Cambio
Desde la infancia, los/as estadounidenses blancos/as aprenden a ser blancos/as en sociedad, lo que incluye el aprendizaje de los prejuicios. Estos prejuicios tienen efectos tanto a nivel individual como social y sistémico (e.g. Utsey y Payne, 2000; Payne, 2001; Okazaki, 2009; Alexander, 2010; Windisch et al., 2018; Banton, 2018; Salami et al., 2020). Los efectos son amplios, pueden ser perjudiciales, incluso fatales, y requieren intervención en todos los niveles. Se debe alentar a los/as estadounidenses blancos/as a desmantelar el prejuicio dentro de sí mismos/as, así como el racismo y el privilegio racial construido en la sociedad de los Estados Unidos. Todos los/as estadounidenses necesitan trabajar juntos/as para rechazar el racismo en todas sus formas dondequiera que exista.

Alana Daly
Para saber más
La lucha contra el racismo en Estados Unidos
La segregación racial, una tarea pendiente para Estados Unidos
Historia legal del racismo en EE.UU.
Bibliografía
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