“Es sólo una broma” Los límites del humor: humor sexista y humor anti-gay

Todxs contemplamos los aspectos positivos del humor y sus manifestaciones, aun así, existe un elevado interés por el “lado oscuro” del humor, en concreto, cuando a través de la comunicación humorística se trasgreden límites o normas sociales. Una de estas manifestaciones es conceptualizada como humor de denigración (Ford, Richardson y Petit, 2015). Este tipo de humor es usado con el fin de agredir, humillar o ridiculizar a lxs componentes de un grupo.

Muchxs de nosotrxs habremos vivido una situación parecida, hemos escuchado un chiste de mal gusto o denigrante. Por un lado, nos hemos sentido incómodxs, ya que satirizamos y nos burlamos de un colectivo que puede que sufra actos discriminatorios (mujer, homosexuales, inmigrantes…) o no (hombre, heterosexual, blanco…). Pero, ¿y si nos hemos reído? Acto seguido nos hemos sentido mal por mofarnos.

El problema no se encuentra en el humor como tal, el cual se trata de un elemento inocuo que trata de jugar con las palabras o ser ingenioso, si no, en el prejuicio que ya tenemos algunxs instaurado.

Se ha teorizado acerca de qué consecuencias y mecanismos ponen en juego el humor de denigración.

Por un lado, la investigación lo ha valorado como un iniciador o fomentador del prejuicio contra el grupo objetivo denigrado. Weston y Thomsen (1993), por ejemplo, encontraron que los participantes realizaron evaluaciones más estereotipadas de hombres y mujeres después de ver sátiras de comedia sexista que después de ver sátiras de comedia neutral. Aun así, la exposición al humor de denigración no parece que inicie o fomente el prejuicio.

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Indagando en qué hace que las personas expresen un prejuicio tras verse expuestas a humor de denigración, existe una teoría que trata de conceptualizar este fenómeno, y es la Teoría de la norma prejuiciosa (Ford y Fergurson, 2004). Según esta teoría, el humor de denigración fomenta un clima que permite que las personas prejuiciosas se sientan con total libertad para expresar sus prejuicios hacia el grupo denigrado. Es decir, al exponerse al humor de denigración, las personas con prejuicios tienden a percibir el contexto como permisivo al prejuicio y, por lo tanto, se sienten cómodxs expresando o «liberando» sus propios prejuicios. La justificación del humor permite expresar un prejuicio suprimido sin sentimiento negativo al hacerlo, y sin sanción negativa social (Crandall y Eshlemans, 2003).

En un experimento que realizó Ford (2000), se encontró que hombres que poseían un alto sexismo hostil contra las mujeres mostraban una alta tolerancia hacia eventos sexistas después de haber sido expuestos a humor sexista. Es necesario resaltar que el humor denigratorio contra las mujeres u homosexuales por sí mismo no propicia en cualquier hombre la aceptación y/o expresión de prejuicio comunicado a través del humor, sino que son aquellos hombres que presentan determinadas actitudes los que se ven más influidos por este tipo de humor (Ford, Boxer, Armstrong y Edel, 2008; Greenwood e Isbell, 2002; LaFrance y Woodzicka, 1998; Thomae y Viki, 2013)

Otra manera complementaria de relatar a qué se debe la expresión del prejuicio tras la exposición del humor de denigración nos la aporta la Teoría de la masculinidad precaria de Vandello et al. (2008). Los hombres con una alta masculinidad se sienten amenazados con facilidad ante la clasificación errónea de su autoconcepto con el de un homosexual o una mujer (figuras que representan la antítesis del rol masculino tradicional). La discriminación contra las mujeres y los hombres homosexuales funciona como un medio para proteger y reafirmar la propia masculinidad (Glick et al., 2007; Maas et al.2003). Los hombres más altos en PMB (Precarious Manhood Beliefs), puntuaciones que nos da la escala de creencias precarias de la masculinidad, expresan una mayor diversión con el humor sexista y anti-gay pero no con otras formas de humor de denigración (por ejemplo, antimusulmán) o humor neutral, después de experimentar una amenaza a su masculinidad (Connor, Ford y Banos, 2017).

La Teoría de la identidad social (Tajfel y Turner 1986) ofrece un marco para comprender los mecanismos psicológicos mediante los cuales las expresiones de prejuicio a través del humor de denigración sirven a los motivos de la autoafirmación (Abrams et al., 2015; Ferguson y Ford 2008; Thomae y Piña, 2015). En consecuencia, las personas inician y disfrutan más el humor de denigración cuando experimentan una amenaza a su identidad social (Angelone et al., 2005)

 

¿Dónde están los límites del humor? Algunos datos nos pueden hacer caer en la cuenta de que quizás la censura del humor no es una de las soluciones para resolver la discriminación hacia un colectivo desfavorecido. Las personas sexistas u homófobas no van a abandonar dicha actitud ideológica si no se satiriza al colectivo homosexual o a la mujer.

El humor de denigración no es positivo, no he venido a defender su libre utilización en cualquier contexto. Considero que su censura total y actitud defensiva a cualquier comentario humorístico que transgreda los límites es una manera reduccionista de combatir el problema. El prejuicio que conlleva la utilización del humor de denigración no es integrado en nuestra estructura de creencias a no ser que ya poseas unas creencias machistas. En este último caso, el humor sexista hará florecer una ideología patriarcal que provocará que entre los participantes de este humor se comparta una realidad que se concibe de manera prejuiciosa.

 

Pero, incluso en ese lado oscuro del humor, algunxs lo han utilizado como plan de intervención.

Recientemente, y en el caso del humor de denigración, se utilizó como plan preventivo de la violencia machista (ver figura 1). Pero, de manera equivocada, y distorsionando el fin que este quería conseguir.

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Aun así, el humor sí que se puede emplear como un plan de intervención, incluso el humor más ácido y sarcástico. A diferencia del humor que refuerza un prejuicio, el humor subversivo se caracteriza generalmente como el que desafía y subvierte el status quo de las relaciones de poder existentes (Holmes y Marra, 2002). Utiliza la ambigüedad inherente del humor para transmitir dos mensajes al mismo tiempo: por un lado, un mensaje que se entiende claramente en base a su significado literal de las palabras utilizadas en la broma, y por otro, un subtexto, que se puede deducir de la broma y que puede ser inconsistente con el significado literal (Strain, Martens y Saucier, 2016).

«Si los hombres pudieran menstruar, los hombres presumirían sobre cuánto tiempo y cuánta cantidad» Gloria Steinem (1983).

Éste fue un ejemplo ilustrativo para Steinem para seleccionar porque la menstruación ha sido históricamente, y sigue siendo, utilizada para sugerir que las mujeres no son tan capaces como los hombres. El subtexto del comentario de Steinem ilustra su opinión de que la justificación del mayor poder social de los hombres existiría, independientemente de qué sexo menstruara.

El humor subversivo enfocado en violaciones, por ejemplo, tiene el potencial de atacar la cultura de la violación destacando lo absurdo de la jerarquía sexual y su continuidad. Esto logra que las personas que perpetúan la cultura de la violación sean el «blanco de la broma». El significado literal de tal broma es entendida como «una broma sobre la violación», mientras que su subtexto implicaría «la violación es mala». En contraste a reforzar el humor de violación, que también se entendería como «una broma sobre la violación», pero implicaría «la violación es graciosa «en el subtexto. (Strain, Martens y Saucier, 2016).

Un ejemplo de ello queda explicado en el siguiente vídeo:

 

Ángel del Fresno Díaz

 

BIBLIOGRAFÍA

Abrams, J. R., Bippus, A. M., y McGaughey, K. J. (2015). Gender disparaging jokes: An investigation of sexist-nonstereotypical jokes on funniness, typicality, and the moderating role of ingroup identification. Humor: International Journal of Humor Research, 28(2), 311–326

Angelone, D. J., Hirschman, R., Suniga, S., Armey, M., y Armelie, A. (2005). The influence of peer interactions on sexually oriented joke telling. Sex Roles, 52(3–4), 187–199.

Connor, E., Ford, T., y Banos, N. (2017). Restoring threatened masculinity: The appeal of sexist and anti-gay humor. Sex Roles, 77, 567-580

Crandall, C., y Eshleman, A. (2003). A justification-suppression model of the expression and experience of prejudice. Psychological Bulletin, 129, 414-416.

Ferguson, A., y Ford, T. (2008). Disparagement humor: A theoretical and empirical review of psychoanalytic, superiority, and social identity theories. Humor: International Journal of Humor Research, 21(3), 283–312.

Ford, T., Boxer, C., Amstrong, J., y Edel, J. (2008). More than “just a joke”: the prejudice releasing function of sexist humor. Society for Personality and Social Psychology34, 159-170.

Ford, T., y Ferguson, A. (2004). Social consequences of disparagement humor: A prejudice norm theory. Personality and Social Psychology Review, 8, 79-94.

Ford, T., Richardson, K., y Petit, W. (2015). Disparagement humor and prejudice: contemporary theory and research. Humor, 28, 171-186.

Glick, P., Gangl, C., Gibb, S., Klumpner, S., y Weinberg, E. (2007). Defensive reactions to masculinity threat: More negative affect toward effeminate (but not masculine) gaymen. Sex Roles, 57, 55–59.

Greenwood, D., y Isbell, L. (2002). Ambivalent sexism and the dumb blonde: Men’s and  women’s reactions to sexist jokes. Psychology of Women Quarterly, 26, 341–350.

Holmes, J., y Marra, M. (2002). Over the edge? Subversive humor between colleagues and friends. Humor: International Journal of Humor Research, 15, 65–87.

LaFrance, M., y Woodzicka, J. A. (1998). No laughing matter: Women’s verbal and nonverbal reactions to sexist humor. En J. Swim y C. Stangor (Eds.), Prejudice: The target’s perspective (pp. 61-80). Boston, MA: Academic Press.

Maas, A., Cadinu, M., Guarnieri, G., y Grasselli, A. (2003). Sexual harassment under social identity threat: The computer harassment paradigm. Journal of Personality and Social Psychology, 85, 853 – 870.

Steinem, G. (1983). If men could menstruate. In Outrageous acts and everyday rebellions (pp. 366–369). New York, NY: Holt

Strain, M., Martens, A., y Saucier, D. (2016) “Rape Is the New Black”: Humor’s potential for reinforcing and subverting rape culture. Translational Issues in Psychological Science 2(1), 86-95.

Tajfel, H., y Turner, J. C. (1986). The social identity theory of intergroup behavior. In W. G. Austin & S. Worchel (Eds.), Psychology of intergroup relations (pp. 7–24). Chicago: Nelson-Hall

Thomae, M., y Pina, A. (2015). Sexist humour and social identity: The role of sexist humour in men’s ingroup cohesion, sexual harassment, rape proclivity and victim blame. Humor: International Journal of Humor Research, 28(2), 187–204.

Thomae, M., y Viki. G. (2013). Why did the woman cross the road? Sexist humor and male self-reported rape proclivity. Journal of Social, Evolutionary and Cultural Psychology, 7, 250-269.

Vandello, J. A., Bosson, J. K., Cohen, D., Burnaford, R.M., y Weaver, J. R. (2008). Precarious manhood. Journal of Personality and Social Psychology, 95, 1325 –1339.

Weston, C. M., & C. J. Thomsen. 1993 (August). No joking matter: Sex-typed comedy perpetuates traditional views of women. Paper presented at the American Psychological Association conference, Toronto, Canada.

El sexo no tiene edad

¿Alguna vez te has preguntado cómo será tu futuro? ¿Cómo será tu actividad sexual cuando llegues a anciano/a? Y si ya lo eres, ¿Cómo te sientes respecto a este tema?

 Actualmente, vivimos en una sociedad en la que la proporción de personas ancianas ha aumentado en las últimas décadas (Mota-Pinto et al., 2011), tanto es así que España se está convirtiendo en un país de mayores (Sarasa, 2004). Esto se debe a un descenso de la mortalidad y a un aumento de la esperanza y calidad de vida, y dentro de la calidad de vida, un importante indicador es la sexualidad (Esguerra, 2007).

Pero,  ¿Cómo se percibe la sexualidad en la sociedad? ¿Y en la tercera edad? ¿Qué consecuencias tiene?

A pesar de que el sexo es un deseo y una necesidad que todos los seres humanos compartimos y experimentamos a lo largo de nuestras vidas, las personas jóvenes ejercen prejuicios contra la expresión sexual de lxs adultxs mayores, ridiculizándola o incluso llegándola a ignorar. Esto se debe a su percepción de sexualidad, la cual es asociada con características como la juventud y la belleza (Llanes-Betancourt, 2013).   Por tanto, nuestra sociedad da por hecho que a medida que los cuerpos envejecen se vuelven asexuales, confinando de esta forma a la persona mayor a un rol de enferma, vieja, poco atractiva e indeseable (Bradway y Beard, 2014); pudiendo darse el Efecto Pigmalión o Profecía Autocumplida (Rosenthal y Rubin, 1978).

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En relación con la asociación vista anteriormente, entre belleza y atractivo físico con la sexualidad, Bogaert y Brotto (2014) indicaron que el atractivo sexual autopercibido puede contribuir a la experiencia de la propia sexualidad. Este autor y esta autora denominaron autoconciencia del deseo, al constructo que hace referencia a la percepción que tiene un individuo de que los demás lo encuentran sexualmente deseable. Los estereotipos que rodean a las personas de tercera edad, entrarían en conflicto con esta teoría, ya que ellxs mismxs se asociarían con personas que han dejado de ser atractivas y que tienen cuerpos viejos deserotizados. Esto llegaría a tener implicaciones negativas para la experiencia positiva de la sexualidad y de las relaciones sexuales, afectando asimismo a la confianza de los individuos como pareja sexual (Bogaert y Brotto, 2014).

Igualmente, el hecho de etiquetar los intereses sexuales de las personas mayores como repugnantes y anormales es perjudicial para su propio bienestar y calidad de vida, ya que internalizan el estereotipo de asexualidad que la sociedad les impone, provocando que se avergüencen por su sexualidad activa o incluso que no admitan tener interés sexual (Watters y Boyd, 2009). Estos sentimientos contradictorios hacia la sexualidad y los estereotipos del adulto de tercera edad pueden llegar a ser aún más sobresalientes entre las mujeres de edad adulta, debido a los efectos acumulativos de la discriminación por edad y de la discriminación por el género (Teoría del rol social) (Clarke, 2011; Eagly, 1987).

Algunos de los principales prejuicios y estereotipos relacionados con la sexualidad en la vejez son (Bondil, 2008; Colombino, 1998):

 –          El deseo y actividad sexual mueren con la edad.
 –          Los adultos mayores que expresen deseo o actividad sexual,                                                  serán etiquetados como una persona pervertida e indecente.
 –          En la tercera edad sólo se necesita cariño.
 –          El anciano es un discapacitado sexual.
 –          Al terminar el periodo de reproducción, también finaliza la etapa                                         sexual, debido a la imposibilidad para la procreación.
 –          La imagen corporal de los ancianos es fea.
 –          Tras la viudedad un adulto no debe buscar otro compañero para                                          satisfacer sus necesidades sexuales.

El mantenimiento de estos estereotipos y prejuicios unánimes de pensamiento social hacen que la población crea que el envejecimiento lleva por sí sólo el cese de la actividad sexual, sin embargo son los distintos problemas médicos, psicológicos y/o sociales los que interfieren con la actividad normal en los individuos de la tercera edad (Kaiser, 1996). Todo estos prejuicios y estereotipos vistos hasta se denominan edadismo.

En relación con todo lo anterior, es necesario proporcionar una serie de medidas de prevención e intervención para hacer que la sexualidad vuelva a la vida de las personas mayores de forma natural y sin prejuicios, ya que la mayoría de los estudios indican que sigue existiendo una persistencia en el interés por la sexualidad en las personas de más de 65 años,  además de que la salud sexual es un  indicador de buena salud y calidad de vida a cualquier edad  (Benbow y Beeston, 2012).

Por lo que la elaboración de un programa de educación sexual permanente que permita el reconocimiento de la vejez como una etapa más de la vida en la que es posible continuar aprendiendo y mantenerse activo, así como de proporcionar herramientas para afrontar y aceptar los cambios, tanto para el colectivo objetivo como para las personas que tienen el prejuicio, es algo esencial. Según mi opinión, una forma de prevenir la aparición de este tipo de prejuicio, sería gracias a un sistema educativo que ponga en marcha un plan de estudios que recoja el tema de la sexualidad desde edades muy tempranas, de esta forma lxs niñxs aprenderían que la sexualidad es algo natural, que va cambiando con el tiempo, y que debe aceptarse y respetarse a cualquier edad.

Para finalizar deberíamos plantearnos la siguiente pregunta, ¿es justo que el/la anciano/a ante las distintas pérdidas que lo rodean debido al pasar del tiempo, también pierda la posibilidad de disfrutar su sexualidad? Si piensas que no es justo, es deber de todxs cambiar la realidad, ya que si nos paramos a pensar, lxs jóvenes de hoy seremos lxs ancianxs del mañana.

A continuación dejo un vídeo de la educadora sexual Patricia Kelly, la cual aborda el tema objetivo de esta entrada: sexualidad en adultos mayores.

Laura López Atienza

BIBLIOGRAFÍA

Benbow, S. and Beeston, D. (2012). Sexuality, aging, and dementia. International Psychogeriatrics, 24(7), 1026-1033.

Bogaert, A. F., y Brotto, L. A. (2014). Object of desire self-consciousness theory. Journal of Sex & Marital Therapy, 40 (4). doi: 10.1080/0092623X.2012.756841

Bondil, P. (2008). Vieillissement sexuel: mythes et réalités biologiques. Sexologies, 17(3), 152-173.

Bradway, K. and Beard, R. (2014). Don’t Be Trying to Box Folks In. Affilia, 30(4), 504-518.

Clarke, L. H. (2011). Facing age: Women growing older in anti-aging cultura. Lanham, MD: Rowman & Littlefield.

Eagly, A.H. (1987). Sex differences in social behavior: A social role interpretation. Hillsdale, NJ: Erlbaum.

Esguerra, I. (2007). Sexualidad después de los 60 años. Avances en Enfermería, 25(2), 124-140.

Flores-Colombino, A. (1998). La sexualidad en el adulto mayor. Buenos Aires, Argentina: Lumen Humanitas.

Kaiser, FE.  (1996).Sexuality in the elderly. Urol Clin North Am, 23 (1), 99-109.

Llanes-Betancourt, C. (2013). La sexualidad en el adulto mayor. Revista Cubana Enfermería, 29 (3), 223-232.

Mota-Pinto, A., Rodrigues, V., Botelho, A., Veríssimo, M., Morais, A., Alves, C., Rosa, M. and de Oliveira, C. (2011). A socio-demographic study of aging in the Portuguese population: The EPEPP study. Archives of Gerontology and Geriatrics, 52(3), 304-308.

Rosenthal, R., y Rubin, D. B. (1978). Interpersonal expectancy effects: The first 345 studies. The Behavioral and Brain Sciences, 3, 377-386.

Sarasa, S.  (2004). El descenso de la natalidad y los servicios de protección social a los ancianos. Revista ICE, 812, 205-217.

Watters, Y. y Boyd, T. (2009). Sexuality in later life: opportunity for reflections for healthcare providers. Sexual and Relationship Therapy, 24(3), 307-315.