Las gafas «no monógamas»

¿A qué te recuerdan las siguientes palabras?

Prejuicios mononormativos señalados en las entrevistas personales realizadas
Nube de prejuicios negativos hacia la no monogamia

Estos son algunos de los términos prejuiciosamente asociados a las relaciones no monógamas (recogidos de entrevistas realizadas a personas que la practican en su vida). En una sociedad en la que la monogamia es la norma, cualquier modelo de relación que se salga de la misma es juzgado y rechazado, por lo que las personas que mantienen relaciones no monógamas generalmente son objeto de estigma social (Moors, Matsick & Schechinger, 2017).

Pero ¿qué es la no monogamia?

Empezaremos definiendo las relaciones como un conjunto de acuerdos que toman las personas en torno a cómo deciden compartir su tiempo y sus afectos. Cuando hablamos de relaciones afectivas y/o sexuales la mayoría de la población se embarca en relaciones monógamas (en las cuales la intimidad se comparte con solo una persona). Este es el modelo de relación tradicional, pero no es el único.

De hecho, hay un amplio espectro de modelos de relación no monógamos (término “paragüas” que acoge a las diferentes configuraciones posibles; poliamor, relaciones abiertas, anarquía relacional…; a partir de ahora en el texto nos referiremos a ellas como relaciones NM; Matsick et al., 2014).

Independientemente de las decisiones tomadas acerca de la configuración de las relaciones, cabe destacar que estas son “acuerdos” en los que se consensuan las necesidades y límites de las personas que comparten su tiempo (por ende, no son infidelidades, sino que todas las partes que conforman los vínculos son; o deberían ser; plenamente conscientes de la situación; Moors et al., 2017). Esto no implica que las relaciones NM estén exentas de “infidelidades” o “rupturas de los acuerdos”, como se señala en las entrevistas personales.

Si quieres saber la opinión de uno de los/as entrevistados/as sobre las diferencias entre la NM y la monogamia, escucha el siguiente audio.

La mirada prejuiciosa

Dado que todas las personas crecemos en un ambiente en el que solo nos es accesible el modelo de relación monógamo (único e inmutable, amparado por los mitos del amor romántico), todas las relaciones que no encuadran en esa descripción suponen una amenaza a su sistema. Esto es coherente con la Teoría de la Historia Vital, según la cual las personas construyen su vida sexual, reproductiva y familiar en función de los estímulos que se encuentren a lo largo de su desarrollo. Es esa falta de cercanía la que posiciona la NM en la “otredad”, en lo ajeno, mientras que ensalza la monogamia como culmen de lo deseable (Mogilski et al., 2020).

A pesar de todo esto, la población general ha mostrado un creciente interés en las relaciones NM en los últimos años, como comprobó Moors (2016) señalando el notable aumento de búsquedas en Google en EEUU sobre el poliamor y las relaciones abiertas (Moors et al., 2017). Sin embargo, dado que apenas hay representaciones sociales de relaciones NM, y cuando las hay, se muestran como patológicas, no sinceras o disfuncionales (además de promiscuas), este acceso masivo a información sobre la NM no rompió los prejuicios preexistentes (Haritaworn, 2006; citado de Graham et al., 2013). Lejos de ello, los retroalimentó, dada la ausencia de referentes NM que practicaran sus modelos de relación de forma ética (ver los pilares de las relaciones éticas en el siguiente gráfico; citado de Gama, s.f.).

De esta forma, la propagación de información sobre NM no ética propició la expansión de los prejuicios mononormativos, como les llamó Emens (2004), que se definen como las creencias prejuiciosas que parten de la asunción de que las parejas monógamas son más deseables que otras, además de ser las “únicas” capaces de aportar lealtad, orden y habilidad para el cuidado de menores (Day, 2013; extraído de Mogilski et al., 2020).

Por ende, las personas que practican la NM son el objetivo de tantos estigmas, siendo más probable que se les deshumanice y discrimine (Mogilski et al., 2020). De hecho, un estudio realizado por Cox, Fleckenstein y Bergstrand en 2013 señaló que más de ¼ de las personas que practicaban relaciones NM habían sido estigmatizadas por ello en distintos ambientes sociales (Moors et al., 2017). Si quieres escuchar el testimonio al respecto de una de las personas entrevistadas, escucha el siguiente audio.

Ya lo señala Brigitte Vasallo, diciendo que toda la sociedad se construye alrededor del ideal reproductivo de la pareja, el pack, las dos personas complementarias (alimentando además la heteronormatividad invariablemente). Incluso estructuralmente, los coches tienen dos asientos en la parte de adelante, las camas son de dos plazas y las casas tienen una habitación grande y otra pequeña generalmente (para la pareja y los/as menores a cargo; Vasallo, 2018). Esta estructura diádica de las relaciones es presupuesta por las instituciones (como las legales o médicas), lo que dificulta el acceso a determinados medios a las personas que practican la NM; e.g. la parentalidad solo puede ser asumida legalmente por dos progenitores/as (Graham et al., 2013).

Como hemos observado a lo largo del texto, las críticas hacia la NM se basan en la moralidad en muchas ocasiones, lo que radica en la asociación entre estos modos de relación y la promiscuidad sexual (Mogilski et al., 2020). Esto puede tener que ver en la propensión a tener mayores prejuicios por parte de las personas con un pensamiento más tradicional; que se asocia al conservadurismo político y la religiosidad; Hutzler, Giuliano, Herselman, & Johnson, 2015).

Así, las relaciones NM son vistas como irresponsables y promiscuas, a pesar de que en estudios como el de Fierman y Poulsen (2011) se demuestra que las personas que practican el poliamor hacen énfasis en la importancia que tenía para ellas la intimidad emocional con sus vínculos afectivos por encima de la intimidad sexual (Graham, Beaulieu, Brockman, & Beaglaoich, 2011). No solo la evidencia científica avala la importancia de la responsabilidad emocional en las relaciones NM, sino que también se señala en varias ocasiones en las entrevistas personales realizadas.

Tal es así, que un término que se señaló en varias ocasiones en las entrevistas fue la importancia de la “compersión”, que de acuerdo con Chapman (2010) es la capacidad de disfrutar a través del disfrute del resto, lo contrario a los celos (Graham et al., 2011).  La compersión es menos habitual en las relaciones monógamas (no éticas) que en las NM, como se demostró en el estudio de Aumer, Bellew, Ito, Hatfield y Heck (2014). No es de extrañar, ya que en el modelo de relación tradicional las personas pueden sentir la necesidad de “proteger” de “posibles amenazas” su vínculo monógamo, porque en sus acuerdos no se contempla que las personas puedan enriquecerse de forma afectiva/sexual fuera de la relación. En el estudio mencionado no solo la compersión fue más elevada, sino que también lo era el nivel de satisfacción con las relaciones mantenidas en la NM.

¿Por qué es necesario ponerse las gafas “no monógamas”?

Aparentemente, las relaciones NM facilitan a las personas obtener determinados beneficios, como es la satisfacción de diversas necesidades que llevan a la autorrealización, practicar un amplio abanico de actividades, tener un gran nivel de desarrollo personal, una expresión sexual más fluida e incluso mayores niveles de intimidad en la pareja que las relaciones tradicionales (Graham et al., 2013; Conley, Moors, Matsick et al., 2013; citado en Moors et al., 2017; Moors et al., 2007, Mitchell et al., 2014 Muise et al, 2019; extraído de Mogilski et al., 2020;)

Esto no significa que en las relaciones monógamas no puedan existir este tipo de beneficios, no se trata de la cantidad de personas implicadas en las relaciones, sino del trabajo personal y conjunto que se hace en ellas para formar vínculos responsables y éticos.

Sin embargo, cabe mencionar que dichos beneficios son más salientes en modelos de relación disidentes (NM) que en el tradicional puesto que suponen una oportunidad para que las personas se deconstruyan en los mitos del amor romántico y trabajen sus inseguridades personales. No podemos obviar que las primeras críticas al modelo monógamos surgieron del feminismo, que desde el siglo XIX abrió debates en torno a la relación de este con el género, el poder y la sexualidad (Klesse, 2020). En esta línea, autoras como Ziegler (2014), Klesse, (2018) o Moors (2019), apuntan desde una perspectiva feminista a que la creación de la monogamia estuvo ligada a la intencionalidad de restringir la sexualidad y capacidad reproductiva de las mujeres junto con la de otras minorías sociales (Mogilski et al., 2020).

Es interesante por esto la visión de la deconstrucción en la NM como una postura política, como un enfrentamiento al sistema hegemónico que determina que hay una única forma de amar y de compartir espacios, como se señaló en algunas de las entrevistas personales.

Con todo esto, una sociedad deseable sería aquella en la que las personas podamos sentirnos libres de escoger cómo relacionarnos con el resto. Pero no existen las decisiones libres sin conocimiento de todas las opciones, y la mayoría de la sociedad sigue sin ponerse las gafas no monógamas, juzgando la NM y viéndola como un modelo no válido de relación. ¿Podríamos entonces decir que estamos eligiendo nuestros modos de relación de forma agéntica? ¿o es la inercia del aprendizaje social y la ausencia de modelos alternativos la que nos lleva a relacionarnos de forma monógama?

“Sin agencia, no hay libertad. Sin honestidad, no hay autenticidad. Sin consentimiento, no hay compromiso. Sin compasión, no hay amor”.

– Gama, s.f.

Danna Galván Hernández.

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Bibliografía

Aumer, K., Bellew, W., Ito, B., Hatfield, E., Heck, R. (2014). The Happy Green Eyed Monogamist: Role of Jealousy and Compersion in Monogamous and Non-Traditional Relationships. Electronic Journal of Human Sexuality, 17

Conley, T., Matsick, J., Moors, A., y Ziegler, A. (2017). Investigation of consensually nonmonogamus relationships: theories, methods and new directions. Perspectives on Psychological Science, 12(2), 205-232. DOI: 10.1177/1745691616667925

Klesse, C. (2020) Bifeminist anti-monogamy and the politics of erotic autonomy. En Malierpaard, E. y Baumgartner, R. Bisexuality in Europe. Sexual Citizenship, romantic relationships, and Bi+ identities (67-78). Routledge.

Gama, J. (19 de febrero de 2020). Ni poli ni mono-Amor ético [Mensaje en un blog]. Gotitas de poliamor. Recuperado de: https://gotitasdepoliamor.com/ni-poli-ni-mono-amor-etico

Graham, T., Beaulieu, D., Brockman, M., y Beaglaoich, C. (2011). A comparison of polyamorous and monoamorous persons: are there differences in indices of relationship well-being and sociosexuality? Psychology & Sexuality 4(1), 75-91. DOI: 10.1080/19419899.2011.631571

Hutzler, K., Giuliano, T., Herselman, J. y Johnson, S. (2015). Three’s a crowd: public awareness and (mis)perceptions of polyamory. Psychology & Sexuality. DOI: 10.1080/19419899.2015.1004102

Matsick, J., Conley, T., Ziegler, A., Moors, A., y. Rubin, J., (2014) Love and sex: polyamorous relationships are perceived more favourably than swinging and open relationships. Psychology & Sexuality, 5(4), 339-348, DOI: 10.1080/19419899.2013.832934

Mogilski, J., Mitchell, V., Reeve, S., Donaldson, S., Nicolas, S., y Willing, L., (2020). Life history and multi-partner mating: a novel explanation for moral stigma against consensual non-monogamy. Frontiers in Psychology, 10. DOI: 10.3389/fpsyg.2019.03033

Moors, A., Matsick, J., y Schechinger, H., (2017). Unique and Shared Relationship Benefits of Consensually Non-Monogamous Relationships. European Psychologist, 22(1), 55-71. DOI: 10.1027/1016-9040/a000278

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