
¿Se discrimina a las personas bisexuales desde el propio colectivo LGB?
Al pertenecer al colectivo LGBTIAQ+, se suele pensar que las personas homosexuales son aliadas naturales por compartir una victimización parecida por cuestiones de orientación sexual. No obstante, mantienen prejuicios hacia las personas bisexuales que conllevan un rechazo y una discriminación considerables (Todd, 2003).
Desde la segunda mitad del siglo XX, la bisexualidad ha sido un tema ampliamente discutido, poniendo en duda su existencia y buscando una teoría explicativa. A partir de los años 80 se empezó a estudiar los prejuicios y discriminaciones que sufre este grupo de orientación plurisexual, sobre todo, a través del monosexismo. Lo último hace referencia a la creencia de que los individuos sólo pueden sentirse atraídos física, sexual, emocional y/o afectivamente por miembros de un solo género, siendo el mismo o el opuesto (Messinger, 2012). En esta entrada de blog se utilizará el término bisexualidad como palabra paraguas que abarca la atracción hacia más de un género.
El heterosexismo, como sistema ideológico que estigmatiza los comportamientos no heterosexuales, forma la base del determinado prejuicio sexual. Éste hace referencia a todas las actitudes negativas basadas en la orientación sexual, dirigiéndose primordialmente hacia las personas homosexuales y plurisexuales por salirse de la heterosexualidad normativa (Herek, 2000; Maroto, 2006 citado en Rodríguez y Martínez, 2016). Aunque la investigación es limitada, se ha demostrado que las personas bisexuales son evaluadas muchas veces de forma negativa precisamente por introducir una ambigüedad en el modelo binario de sexualidad (Lick et al, 2015; Rodríguez y Martínez, 2016; Burke et al., 2017; Flanders et al, 2017).
Las personas bisexuales, en concreto, sufren de una doble discriminación tanto por las personas heterosexuales como las homosexuales por no encajar en la monosexualidad y, por tanto, no pertenecer a una categoría ni a la otra (Todd, 2003). Se alude a esta forma de discriminación con los conceptos de binegatividad o bifobia que incluyen en su definición la hostilidad cognitiva, afectiva y conductual dirigida a la bisexualidad (Rodríguez y Martínez, 2016; Toews, 2020).
A principios del siglo XXI, Mulick y Wright (2002) aplicaron una escala de homofobia y una de bifobia a personas heterosexuales y homosexuales. Mientras que los participantes heterosexuales indicaron índices similares de discriminación hacia la homosexualidad y bisexualidad, por su parte, los participantes homosexuales demostraron un rechazo y prejuicio más elevado contra las personas bisexuales. En estudios más recientes (Callis, 2013; Flanders, 2017; Oswald & Matsick, 2020) se replican evidencias de esta doble discriminación, que está estrechamente relacionada con el borrado bisexual, el desafío bisexual, la hipersexualización y la marginalización social. La base del rechazo y la discriminación de la bisexualidad se encuentra en el monosexismo y en los prejuicios hacia las personas con dicha orientación sexual. En cuanto a los prejuicios, a continuación se explicarán aquellos mantenidos por parte de personas heterosexuales, por personas homosexuales y aquellas creencias falsas sostenidas por ambas. Cabe destacar que giran, principalmente, en torno a la confusión, la infidelidad, la no-monogamia y la temporalidad.

Según Brewster & Moradi (2010, citado en Garelick et al, 2017), las actitudes y los comportamientos antibisexuales se deben a dos creencias. Primero, la inestabilidad de la orientación sexual y, segundo, la irresponsabilidad sexual. Esto quiere decir que, según la primera creencia, la bisexualidad es una fase de transición de la heterosexualidad a la homosexualidad o bien una fase de experimentación desde la heterosexualidad, también conocida coloquialmente como “hetero-curiosidad”. Además, la segunda creencia hace hincapié en la relación errónea de la bisexualidad con la promiscuidad e infidelidad. Desde este idea se promueve que las personas bisexuales mantienen relaciones sexuales casuales, sin tomar medidas protectoras de sexo seguro. Por ende, representan, presuntamente, una mayor probabilidad de contagio de infecciones de transmisión sexual (ITS).
Se considera a las personas bisexuales con un deseo sexual incontrolable, no obstante, con un interés temporal hacia más de un género. Entonces, son representadas como seres confusos, incapaces de decidirse por una de las orientaciones monosexuales (Oswald & Matsick, 2020).
Cabe destacar que la valoración de hombres y mujeres bisexuales desde la heterosexualidad se diferencia ligeramente. Así, los hombres bisexuales son evaluados de forma más negativa y considerados “homosexuales”. Mientras, a las mujeres bisexuales se les asigna la etiqueta de “heterosexual” y se les hipersexualiza desde la fantasía y el deseo sexual masculino heteronormativo (DeCapua, 2017). Ésta idea se evidencia a través de las tendencias pornográficas actuales (Serpe et al., 2020; Oswald & Matsick, 2020).
Es interesante cómo, desde la homosexualidad, se les considera, por un lado, como heterosexuales curiosos y, por el otro, como traidores homosexuales por “querer mantener privilegios heterosexuales”. Desde la homosexualidad, se exige que las personas bisexuales dejen de “hacerse pasar” como personas heterosexuales y asuman las consecuencias de ser Queer (Todd, 2003). En esta línea, se critica el poco compromiso socio-político por parte de las personas bisexuales en la lucha por los derechos LGBTIAQ+ (Todd, 2003;). No obstante, según los estudios realizados (Callis, 2013; Flanders, 2017; Serpe et al., 2020; Toews, 2020;), es precisamente el rechazo y la discriminación por parte de las personas homosexuales la razón por la cual las personas bisexuales no se involucran en estos espacios. La binegatividad y bifobia, es decir, el juicio acerca de su orientación sexual, les crea incomodidad e inseguridad, limitando su participación en la comunidad LGBTIAQ+ y perpetuando la invisibilidad (Pérez-Figueroa et al., 2013).
Asimismo, los prejuicios y el rechazo hacia las personas bisexuales, especialmente aquellos que provienen desde el propio colectivo, conllevan consecuencias considerables para su salud mental, física y social. Según afirma Meyer (2013), el estigma, los prejuicios y la discriminación crean un entorno social estresante que provoca problemas para los miembros de grupos minoritarios estigmatizados. Esta forma de estrés, es conocida como estrés de la minoría y abarca experiencias de acontecimientos de prejuicios, expectativas de rechazo, ocultación y encubrimiento. Esto se manifiesta en mayores índices de ansiedad, depresión, ira, baja autoestima, menor autoconfianza y dificultades interpersonales y relacionales. En virtud de lo expuesto, las autolesiones, las ideas suicidas y el abuso de sustancias se dan con mayor frecuencia entre las personas bisexuales comparadas con aquellas homosexuales (Serpe et al., 2020).
A modo de conclusión, tal como lo reivindica la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Trans y Bisexuales (FELGTB, 2020), es imprescindible implementar una educación en bisexualidad desde los ámbitos educativo, jurídico, sanitario y empresarial para visibilizar y promover el respeto a las personas bisexuales.
Emilia Albrecht
BIBLIOGRAFÍA
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