A pesar de que son muchas las personas que han oído hablar sobre el sexismo, pocas son capaces de reconocer o distinguir sus diferentes expresiones. La gran mayoría estaría de acuerdo en aceptar como sexista preguntas del tipo ¿Tiene usted intención de quedarse embarazada? realizada durante una entrevista de trabajo, pero puede que no coincidamos en calificar del mismo modo un halago hecho a una mujer por el buen gusto que ha tenido al decorar la mesa en navidad, aunque este se trate también de un acto sexista. La diferenciación entre estos dos tipos de sexismo se explica en la Teoría del Sexismo Ambivalente, propuesta por Glick y Fiske en 1996, donde se plantean dos tipos de sexismo: hostil (SH) y benévolo (SB). Ambos están articulados en función a tres factores comunes: Paternalismo, diferenciación de género y heterosexualidad.
En el primer caso (SH) nos encontramos ante la visión más clásica del sexismo. Este puede describirse como un conjunto de pensamientos y conductas negativas, prejuiciosas y estereotipadas, orientadas hacia la mujer mediante comportamientos discriminatorios de inferioridad. Es decir, nos encontramos ante aquel tipo de sexismo que se identifica con mayor rapidez y facilidad como tal, por ejemplo las agresiones sufridas por una mujer por parte de su marido. El SH considera que las mujeres tratan de obtener o conseguir más poder que los hombres, de esta manera se va a dirigir a aquellas personas que desafíen esta supuesta superioridad (Glick y Fiske, 1996). En este sentido, según Glick y Fiske (1996) los factores comunes del sexismo quedan definidos como:
- Paternalismo dominador: La mujer se percibe como un ser inferior y débil.
- Diferenciación de género competitiva: La mujer debe cumplir con un rol tradicional, que en gran medida le impide acceder a puestos de poder y liderazgo.
- Heterosexualidad hostil: La mujer se ve como carente de sexualidad, manipuladora y amenazante, por lo que cualquier tipo de agresión sexual quedaría justificada.

Ej.: Diferenciación de género competitiva. Dificultad de la mujer para acceder a puestos directivos (InfoLibre, 2017).

Ej.: Heterosexualidad hostil. Caso de violación múltiple ocurrido en Pamplona durante los Sanfermines de 2016 (El Periódico, 2017).
A modo de ejemplo, y para tratar de aclarar lo anteriormente comentado, en nuestra vida diaria podemos encontrar una gran diversidad de situaciones en donde el SB está presente: Comentarle a una compañera de trabajo lo “guapa” que viene, minimizando así sus sentimientos de ser tomada en serio como profesional; tratar bien y elogiar a la mujer ama de casa por el buen trabajo que ha hecho; ceder el asiento o llevarle las bolsas a una mujer; abrir la puerta a una mujer por el hecho de serlo, etc. (Glick y Fiske, 1996). Una persona con actitudes sexistas benevolentes estará de acuerdo con frases del tipo “las mujeres deberían ser queridas y protegidas por los hombres” o “las mujeres, en comparación con los hombres, tienden a tener una mayor sensibilidad moral” (Crockett, 2016).
Todo lo expuesto anteriormente nos muestra una gran problemática, que ha estado y está muy presente en la sociedad, y que es necesario eliminar para alcanzar la igualdad de derechos y oportunidades en ambos sexos. Por este motivo, es fundamental trabajar a nivel de todos los colectivos sociales, haciendo un mayor hincapié en aquellos sectores que representan el futuro de la sociedad. Ante esto cabe preguntarse ¿está el sexismo igual de consolidado en lxs adolescentes españoles? o por el contrario, ¿se está dando un progreso hacia la igualdad entre géneros?
En la actualidad se ha dado un auge en los estudios que tratan de visibilizar el grado de sexismo interiorizado por lxs adolescentes españoles. Entre estos estudios se puede encontrar el Proyecto de Investigación sobre Sexismo y Violencia de Género en la Juventud Andaluza (2011) en donde se aportan datos llamativos como los siguientes: (1) El sexismo se da en lxs jóvenes de Andalucía, aunque va disminuyendo con el aumento de la edad y del nivel educativo. (2) A pesar de ello, se da una ceguera al sexismo benévolo en ambos sexos. (3) Las chicas tienden a puntuar más alto en el SB a diferencia de los chichos que lo hacen en el SH.
Pero ¿Cómo se desarrolla este prejuicio de género en adolescentes?, al igual que en el resto de prejuicios, en su origen están presentes tanto los aspectos internos (motivacionales o cognitivos del propio individuo) como externos (influencia social). En las etapas del desarrollo se da el paso de una infancia, donde construimos nuestra propia identidad endogrupal (Ej.: niño vs niña), a una adolescencia, donde la interacción con el exogrupo provoca un deseo de afiliación positiva que intensificará las expectativas del rol asociado al otro género. Es decir, surge una interdependencia, o necesidad de relación amorosa, generalmente de carácter heterosexual en parte basada en el desarrollo biológico y en parte construida socialmente, que se basará en las diferencias de poder y género adquiridas durante la infancia. Para las chicas se promoverán los roles de “princesa” o de perfección física y estética, mientras que para los chicos se promoverá el rol del “príncipe azul”. En este sentido, aquellas adolescentes que no se ajusten a este tipo de expectativas serán las que reciban conductas sexistas hostiles dado que son percibidas como amenaza al dominio masculino. Aquellas que, por el contrario, presenten rasgos estereotípicos evaluados positivamente, recibirán actitudes benevolentes. Todo esto puede tener como resultado un aumento del prejuicio de género, y del sexismo benévolo, debido a que la asunción de todas estas conductas estereotipadas y sexistas incrementan la probabilidad de socialización y éxito en la búsqueda de la relación amorosa. Las actitudes de hostilidad hacia la mujer no favorecerán a que estas asuman el rol tradicional que se les exige, pero esto si puede conseguirse a través del uso de actitudes benevolentes (Montañés, 2012). Es decir, exigir a una mujer tener la casa limpia porque es su deber generará sentimientos negativos o de rechazo en la misma, pero felicitarla por ser capaz de trabajar y mantener el hogar en buen estado generará sentimientos positivos. De esta manera, se consigue reforzar el rol tradicional de la mujer manteniendo la desigualdad entre géneros.
“Crecemos en una sociedad en que muy pronto nos dan muñecas y aspiradoras en miniatura; y en la que sería vergonzoso que a los niños les gustarán este tipo de juguetes. Vemos cómo nuestras madres coordinan las tareas domésticas mientras que nuestros padres hacen lo que ellas les piden” (Clit, 2017)
El prejuicio y la discriminación hacia la mujer, más que desaparecer, ha evolucionado hacia nuevas formas más sutiles y aceptadas socialmente. Los datos del Proyecto de Investigación sobre Sexismo y Violencia de Género en la Juventud Andaluza (2011) plasman un preocupante nivel de sexismo en jóvenes de entre 14 y 16 años que debe ser tenido en cuenta a la hora de desarrollar e implantar proyectos que garanticen, no solo alcanzar una igualdad de derechos y oportunidades, sino una concienciación sobre las consecuencias del sexismo y un cambio en el pensamiento y las actitudes tanto de hombres como de mujeres.
Esther Villegas Fernández
BIBLIOGRAFÍA
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