Es muy frecuente acabar hablando en cualquier tipo de contexto sobre los prejuicios, y de manera inconsciente o consciente todxs estamos familiarizadxs con ellos, conocemos cuales están dirigidos hacia cada colectivo y tenemos determinados prejuicios hacia otras personas. Algunas veces los criticamos, otras los justificamos, a veces nos apoyamos en ellos para dar explicaciones, y desde luego los rechazamos y nos ofendemos enormemente cuando somos víctimas de ellos. ¿Pero sabríamos decir qué son exactamente los prejuicios? ¿Cómo los usamos? ¿Son siempre negativos? ¿Está mal tenerlos? ¿Cambian a lo largo del tiempo y contexto o su manifestación es siempre la misma? ¿Seguimos teniendo prejuicios hoy en día o están disminuyendo?
Al contrario de lo que se suele creer, los prejuicios son actitudes que se forman tras cometer juicios de valor y pueden ser tanto positivos como negativos hacia una persona o un grupo, al que se le atribuyen determinadas características y cualidades por el hecho de pertenecer a dicho grupo. Los prejuicios pueden ser hacia grupos ajenos o hacia el mismo, se puede por ejemplo, desarrollar una actitud negativa y de inferioridad respecto al propio grupo (“lxs españolxs somos menos inteligentes que lxs alemanxs”). Es a través de ellos como aprendemos a catalogar a las personas sin conocerlas o sin tener información suficiente de ellas (Allport, 1954). Como cualquier actitud, esta conlleva una serie de creencias, que serían los estereotipos hacia ese colectivo (“sé que lxs inmigrantes vienen a robarnos el trabajo porque lo he visto”), una respuesta afectiva (“no me gustan y no quiero que vengan a mi país”) y como consecuencia de esto una respuesta conductual, que sería la discriminación (“no contratar a un inmigrante en mi negocio”). Este complejo fenómeno abarca pues, tanto factores personales como interactivos y sociales, y ahí reside la dificultad en su erradicación. Los prejuicios nos sirven para mantener relaciones de subordinación y sumisión en la estructura de la sociedad y ayudan a mantener el status quo, tanto a través de los positivos como negativos. Creer que todxs lxs gitanxs te van a robar sería un prejuicio, obviamente de carácter negativo, que ayuda a perpetuar su situación de discriminación.
Un ejemplo de prejuicio positivo sería el creer que todxs lxs negrxs son buenxs bailando, ya que se hace una valoración previa positiva acerca de ese grupo en concreto, pero la consecuencia de esto es negativa, porque sigues viendo a las personas negras como capacitadas para ciertas actividades (ej., bailar, hacer deporte), pero no para otras (ej., ser científicas, ingenieras, o presidentes del Gobierno). El prejuicio fue entendido en un principio como una simple antipatía, es decir, como una tendencia a ver al grupo ajeno como algo negativo (Allport, 1954). Sin embargo se han ido propuesto otras explicaciones más completas. Investigaciones basadas en la teoría de la identidad social de Tajfel (1981), han puesto de manifiesto que no se tiende a ver al grupo ajeno (exogrupo) de manera negativa o con antipatía, sino al propio grupo (endogrupo) de manera más positiva reforzando así la identidad personal (“somos mejores”). Sin embargo, en la actualidad no es frecuente escuchar a la gente decir abiertamente que se considera superior o mejor que otro grupo, son sentimientos defensivos de la propia identidad nacional y cultural lo que ha ido cobrando más fuerza. Expresar superioridad de la propia etnia conlleva un alto coste social, ya que se ha ido elaborando una conciencia social acerca de las injusticias producidas a raíz de los prejuicios, y se han ido consiguiendo avances y logros en colectivos que históricamente han estado siempre oprimidos. ¿Implica esto que haya cada vez menos prejuicios? ¿Estamos evolucionando hacia una sociedad más igualitaria? Surge aquí el debate acerca de las nuevas formas de prejuicio.
Hay autores como Pettigrew y Meertens (1995) que defienden que estas nuevas formas de prejuicio se manifiestan por ejemplo en el racismo, dando lugar al “racismo sutil o simbólico” en contraposición al ya conocido “racismo manifiesto o tradicional”. Los defensores de este racismo contemporáneo niegan que las personas negras sean “biológicamente incapaces” de conseguir éxito, o que sigan sufriendo discriminación, pero le atribuyen sin embargo su estatus inferior a su falta de esfuerzo o su predisposición a esperar recibir ayuda (Pehrson y Leach, 2012). Este tipo de manifestación del racismo de una manera más sutil tiene componentes ocultos de rechazo hacia los inmigrantes pero de una manera socialmente aceptable, tal y como afirman Pettigrew y Meertens (1995): no declararían abiertamente por ejemplo, echar a todas las personas inmigrantes del país, pero sí a aquellas que tuvieran algún motivo aparente (como la delincuencia). En contraste con esta concepción de una nueva manifestación de los prejuicios, están aquellos que creen que las actitudes racistas no han cambiado, pero que no se manifiestan públicamente porque no son socialmente aceptables, lo que no quita que tengan efectos perniciosos para el funcionamiento justo e igualitario en la sociedad, que sigue aún lejos de haber alcanzado la igualdad (Montes, 2008).
Otra manifestación de esta forma de prejuicio sutil estaría dentro del concepto de sexismo. La Teoría del Sexismo Ambivalente de Glick y Fiske (1995) entiende que frente a un sexismo hostil que afirma abiertamente la inferioridad de la mujer a través del paternalismo dominador (la mujer debe estar sometida al hombre), la diferenciación de género competitiva (la mujer recluida al ámbito doméstico y el hombre al público) y la hostilidad heterosexual (las mujeres son peligrosas) aparece una nueva manifestación de actitudes sexistas, supuestamente más “positivas” hacia las mujeres, que son consideradas de forma estereotipada y limitadas a roles tradicionales de género, el sexismo benévolo (Expósito, Moya y Glick, 1998). Desde una perspectiva paternalista protectora con un tono afectivo y positivo (“las mujeres son lo más bonito que existe y por ello hay que protegerlas”), una diferenciación de género complementaria (hombres y mujeres tienen capacidades complementarias) y la intimidad heterosexual (el mito de la media naranja), los factores que subyacen el sexismo benevolente son los mismos que rigen los comportamientos del sexismo hostil: No obstante, al estar estos más ocultos sus consecuencias pasan más desapercibidas, pero no podemos obviar que hoy en día se sigue culpabilizando a las víctimas de agresiones sexuales, sigue habiendo prejuicios hacia las mujeres que viven su sexualidad o su maternidad de una manera no tradicional, sigue existiendo la brecha salarial, y parejas o exparejas siguen matando a mujeres cada año. Entender el prejuicio en todas sus manifestaciones es importante para tener consciencia de ello, y evitar que etiquetas como “sutil”, “nuevo” o “encubierto” encubran la gravedad de los efectos que tienen los prejuicios.
En este blog se comentarán algunos de los múltiples prejuicios existentes en nuestra sociedad en muchas de sus manifestaciones, y se analizan sus causas desde la psicología social. Se pretende así, alzar la importancia que estas actitudes tienen sobre las personas, para fomentar la conciencia y para que cada unx haga una pequeña reflexión y revisión de sus prejuicios existentes.
Marta Sueiro
BIBLIOGRAFÍA
Allport, G. W. (1954). The Nature of Prejudice. New York: Addison.
Berges, B. M. (2008). Discriminación, prejuicio, estereotipos: conceptos fundamentales, historia de su estudio y el sexismo como nueva forma de prejuicio. Iniciación a la Investigación, (3).
Expósito, F., Moya, M. C., & Glick, P. (1998). Sexismo ambivalente: medición y correlatos. Revista de Psicología social, 13(2), 159-169.
Pehrson, S., & Leach, C. W. (2012). Beyond ‘old’ and ‘new’: For a social psychology of racism. Beyond prejudice: Extending the social psychology of conflict, inequality and social change, 120-138.
5 comentarios en “¿Qué son los prejuicios?”