EL PREJUICIO HACIA LAS PERSONAS REFUGIADAS DESDE UNA PERSPECTIVA PSICOSOCIAL
¿Qué lleva a tener prejuicios hacia las personas refugiadas y a mantener políticas anti-inmigración desde la Unión Europea?
En la actualidad, más de 60 millones de personas viven lejos de sus hogares a causa de la persecución, la violencia y la vulneración de los derechos humanos, en lo que implica el mayor éxodo de personas refugiadas desde la Segunda Guerra Mundial, debido en parte a la intensificación de los conflictos, especialmente en Medio Oriente y África.
La Convención de Ginebra de 1951, documento internacional que recoge la definición de refugio y promueve la protección internacional de quienes lo sufre, determina que una persona refugiada es toda aquella que “debido a fundados temores de ser perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, membresía a un grupo social o de opinión política en particular, se encuentra fuera de su país de nacimiento y no puede, o a causa de dichos temores no esté dispuesto, a servirse de la protección de aquel país” (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, 2011).
Por ello, tras el aumento del número de personas desplazadas en estos últimos años, la Unión Europea, después de varios acuerdos y jornadas de negociación, se comprometió a la reubicación de 160 000 personas para septiembre de 2017. Sin embargo, a pocos meses de finalizar dicho plazo, tan solo ha conseguido reubicar a 9709, de los cuales 609 se encuentran en España (Organización Internacional para las Migraciones, OIM, y Comisión Europea, 2016).
En cambio, al contrario de lo que comúnmente se piensa, Europa no es el principal destino de las personas refugiadas, sino que el 86% de ellas son acogidas en países como Pakistán, Líbano, Turquía, Irán, Etiopía y Jordania. Así, cabe preguntarse la razón por la cual países más empobrecidos son los que acogen a un mayor número de personas refugiadas, mientras que Europa, con mayores y mejores recursos, apenas coopera en su acogimiento.
Por ello, desde la Psicología Social se pueden explicar estas medidas anti-migratorias en base a varias teorías que podrían justificar y predecir la institucionalización de dicho prejuicio hacia las personas refugiadas, fomentado por acuerdos políticos como el llamado “acuerdo de la vergüenza” entre la Unión Europea y Turquía.
De esta forma, por un lado, la teoría de la Dominancia Social considera que las sociedades reducen el conflicto grupal creando consenso sobre las ideologías que promueven la superioridad de unos grupos sobre otros. Esta ideología podría servir como herramienta para legitimar la exclusión y la opresión. Dicho autoritarismo por parte de un grupo está fuertemente ligado a una ideología conservadora (Crowson, Thoma y Hestevold, 2005; Jost, Glaser, Kruglanski y Sulloway, 2003). Así, la orientación a la dominancia social (SDO: Social Dominance Orientation), o el grado en el que los individuos desean que unos grupos sean superiores y dominen a otros, se puede considerar como uno de los factores que promueven esta desigualdad. Según esta teoría, las personas que están más orientadas a la dominancia social tenderán a apoyar ideologías y políticas que fomenten la jerarquía, como aquellas ideologías de corte conservador, mientras que, aquellos que puntúen bajo en SDO, tenderán a favorecer políticas e ideologías que mitiguen esa jerarquía, por ejemplo, ideologías de tipo progresista (Pratto, Sidanius, Stallworth y Malle, 1994). En el caso de personas refugiadas, el prejuicio y la exclusión social del que son víctimas podría deberse a ideologías que fomentan la jerarquización de la sociedad, y que las y los considera ciudadanas y ciudadanos de segunda en comparación con aquellas personas nacidas en Europa. Este hecho queda patente con el “acuerdo de la vergüenza”, donde son las clases dominantes, es decir, la clase política, las que deciden el futuro de estas personas con expulsiones colectivas, las cuales están expresamente prohibidas según el Convenio Europeo de Derechos Humanos; y devoluciones a países donde su vida corre peligro, vulnerando así el Principio de no devolución de la Convención de Ginebra; entre otras cuestiones.
Por otro lado, desde la teoría de las Emociones Intergrupales, el prejuicio es definido como “una emoción social experimentada con respecto a la propia identidad como miembro de un grupo, con un exogrupo como objetivo” (Mackie, Smith y Ray, 2008). Esta teoría mantiene que las personas pueden experimentar distintas emociones, que pueden ser de carácter individual o grupal dependiendo de si se definen en un momento y contexto determinados más en términos individuales o como miembros de un grupo, y en este último caso, también dependiendo del grupo en el que se categoricen. De esta forma, las personas refugiadas serían percibidas como miembros del exogrupo, por lo que cabría esperar que algunos grupos experimenten emociones negativas tales como la indiferencia, la desconfianza, la inseguridad y la incomodidad, lo que provocaría visibles reticencias en relación a su acogimiento. Asimismo, desde la teoría de las Emociones Intergrupales se propone también que estas emociones que se experimentan a nivel intergrupal, son el resultado de las distintas valoraciones que los miembros de un grupo hacen de una determinada situación y de las capacidades que su grupo tiene para hacer frente a las demandas de dicha situación. Así, las políticas anti-migratorias que desde la Unión Europea institucionalizan el prejuicio hacia las personas refugiadas podrían explicarse por la valoración negativa y amenazante, esto último según la teoría de la Amenaza Intergrupal, que los distintos gobiernos tienen sobre el afrontamiento de esta situación de crisis, en la que no creen tener los recursos suficientes que demandaría dicha situación.
A pesar de la perspectiva pesimista que aquí se muestra, Esteban Beltrán, actual director de Amnistía Internacional, defiende, tal y como se puede comprobar en la entrevista que a continuación se presenta, una postura mucho más optimista sobre la postura de la ciudadanía europea en esta cuestión. Los datos recogidos por el nuevo índice de Bienvenida a los Refugiados, encuesta encargada en 2016 por Amnistía Internacional a nivel mundial muestra que el 80% de personas estaría dispuesta a que su país recibiese a un mayor número de personas refugiadas, incluyendo que una de cada 10 personas incluso estaría dispuesta a acogerlas en sus hogares.
Así, frente a la incapacidad de la clase gobernante de gestionar esta crisis humanitaria, la ciudadanía reacciona con sentimientos de ira e indignación, por un lado, hacia los gobiernos, y de empatía, por otro, hacia las personas refugiadas, cuyo único objetivo es escapar de una situación de persecución y desprotección en su propio país. Precisamente son estas emociones las que conducen a realizar acciones de denuncia y protesta, mostrando al mundo que «queremos acoger», como demuestra la masiva manifestación vivida en Barcelona el 19 de febrero.
Entrevista
Cristina Varón
BIBLIOGRAFÍA
Crowson, H., Thoma, S. y Hestevold, N. (2005). Is political conservatism synonymous with authoritarianism? The Journal of Social Psychology, 145(5), 571–592.
UNHCR/ACNUR (2011). The 1951 Convention Relating to the Status of Refugees and its 1967 Protocol. Recuperado el 31 de enero de 2017, de http://www.unhcr.org/4ec262df9.pdf
Jost, J., Glaser, J., Kruglanski, A. y Sulloway, F. (2003). Political conservatism as motivated social cognition. Psychological Bulletin, 129(3), 339-375.
Mackie, D. M., Smith, E. R. and Ray, D. G. (2008), Intergroup Emotions and Intergroup Relations. Social and Personality Psychology Compass, 2, 1866-1880.
Pratto, F., Sidanius, J., Stalworth, L. y Malle, B. (1994) Social dominance orientation: A personality variable predicting social and political attitudes. Journal of Personality and Social Psychology, 67 (4), 741-763.
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