Explicación desde la psicología social
Las estrategias utilizadas hasta ahora para frenar el crecimiento de la extrema derecha en diferentes países del mundo no han parecido ser muy efectivas. En parte, porque solo se ha tratado de eliminar y reprocharlas sin primero preguntarse por qué la gente está dispuesta a apoyarla.
¿Nos puede la psicología social ayudar a entender esta cuestión, apoyándonos en el estudio del prejuicio y la discriminación?
La formación de nuestra identidad, como grupos y como individuos que forman parte de estos; la tendencia a aceptar ideas que giren en torno a la formación de grupos dominantes y dominados; y la predisposición a tolerar o no la incertidumbre en épocas de desconcierto social, nos responden a esta cuestión.
Heinz-Christian Strache, Donald Trump, Kristian Thulesen Dalh, Marine Le Pen, Timo Soini y Gábor Vona entre muchos otros son hoy nombres que suenan y resuenan a diario en nuestros medios.
Forman parte de una misma realidad que aumenta conforme pasan los días: la relevancia de la extrema derecha en el escenario mundial actual. Se trata de presidentes o políticos de bastante relevancia de Austria, Estados Unidos, Dinamarca, Francia, Finlandia y Hungría, respectivamente, que en los últimos años se han ganado un respaldo y apoyo de la población que ha encendido las alarmas del resto de países que, o bien van por el mismo camino, o bien se limitan a mirar desde la incredulidad, la crítica barata y la desavenencia.
A esta situación se suman medidas políticas migratorias o de represión a la protesta social en países como España, Francia o Italia que, sumados al surgimiento de grandes grupos y organizaciones civiles de ideología neonazi y xenófoba como Hogar Social Madrid o El Movimiento de Resistencia Nórdico en el norte de Suecia, hacen que la situación sea del todo comparable a la de los países nombrados anteriormente.
El enjuiciamiento y la crítica sistemática e intrascendente no hacen consciente al resto de la población, sino que acaban por cansarla y evadirla, a la vez que se extrema el mensaje y se fortalece el sentimiento grupal de los otros. En psicología social esto es lo que se conoce como polarización social y suele ser resultado de una desigualdad extrema entre ideologías, entendiendo estas como un conjunto de valores, actitudes, representaciones y creencias que buscan justificarse mientras se contradice las contrarias.
Por ello y dejando esa actitud hacia un lado, sería más útil conocer cómo diversos procesos y teorías nos pueden ayudar a darle una explicación más lógica a este fenómeno, tras la cual estaremos en disposición de conocerlo y comprenderlo para después saber cómo criticarlo y combatirlo.
Fundamental para empezar a entender este fenómeno, es la Teoría de la Identidad Social desarrollada por Tajfel y Turner en 1979. En ella, estos autores proponen que los seres humanos tendemos a etiquetar a las personas en categorías para entender y comprender nuestro entorno social.
Este proceso nos lleva también a encontrar la categoría a la que pertenecemos nosotros mismos y, de este modo, identificarnos con esa categoría o grupo al que le damos el significado de identidad social y en el que está inmersa nuestra propia identidad personal.
El proceso de categorización e identificación dan lugar a un tercero, en el que las personas necesitamos comparar nuestro grupo con otro para que el primero quede definido dentro de un concepto positivo y, de este modo, nosotros mismos también lo estemos.
Si tras la identificación social aparece un grupo dominante (endogrupo) y otro dominado (exogrupo), y las personas del primero tienden a discriminar al segundo de manera sistemática porque existe una cierta ideología social que legitima la desigualdad como solución al supuesto conflicto entre estos, nos encontraríamos con los postulados de la llamada Teoría de la Dominancia Social (Sidanius & Pratto, 1999). Con ella podemos entender cómo personas de un grupo, ven en la situación de discriminación y desventaja hacia el exogrupo un correcto funcionamiento de la sociedad, basado en la ordenación jerárquica de los grupos que la constituyen.
Las personas, grupos u organizaciones inicialmente citadas son conocidos también por algunas polémicas declaraciones en las que, para conseguir la satisfacción grupal basada en la identidad nacional, indirecta o directamente, se les vincula con actividades o acciones donde las libertades y los derechos humanos de ciertos grupos quedan coartados.
Deportaciones masivas de personas de cierta nacionalidad, religión o etnia, esterilizaciones forzosas a población gitana, ataques a mezquitas o a campos de refugiados o maltrato o el cómo el color de la piel puede aumentar la probabilidad de que la policía te exija identificarte, te detenga o te pispare, son algunos ejemplos presentes actualmente.
Cuando un grupo creciente de personas es capaz de participar, incentivar a la participación o apoyar medidas como estas debemos tener en cuenta que se trata de un proceso de radicalización formado por elementos que, de alguna manera, median estas decisiones. Estos son, un componente motivacional que hace que la persona esté altamente comprometida a alcanzar una meta; un componente cultural que media en la ideología que va a identificar medios más o menos violentos como apropiados para conseguir la meta; y un componente social que identifica la dinámica grupal con la que un individuo o unos pocos hacen suya la ideología de un grupo más amplio (Kruglanski & Webber, 2014). Por las coincidencias en sus postulados en torno a la justificación de la violencia para conseguir metas grupales, este tipo de comportamientos también pueden ser explicados desde la Teoría de la Fusión de la Identidad (Gómez & Swann, 2016).
Por último, se propone a Kruglanski y la necesidad de cierre cognitivo, término que acuñó en 1989 para explicar la motivación que tiene el ser humano para encontrar y mantener una respuesta terminante e indiscutible ante situaciones que suponen un conflicto o un problema, intentando evitar por todos los medios la confusión y la ambigüedad.
En diversos estudios se ha comprobado como las personas con más necesidad de cierre cognitivo (o poca tolerancia a la incertidumbre), ven la realidad más simplificada, se preguntan menos lo que pasa a su alrededor.
También tienen menos empatía con el exogrupo y siempre tienden al favoritismo del endogrupo, evitando entrar en términos de justicia y ética en sus decisiones. Además la primera información que les llega es para ellos siempre la más relevante, la que retienen y la que posteriormente utilizan (el llamado media priming) y muestran, en mayor medida, el error fundamental de atribución. Por otro lado, también es conocido que su cohesión grupal suele ser bastante notable y pueden tener más confianza tanto en los juicios que dictan como en las decisiones derivadas de estos.
Con esta aportación se pretende destacar, que la visión que tenemos del mundo no tiene porqué corresponderse con los hechos, y que las necesidades psicológicas de quienes se encuentran en una situación confusa que no entienden, pueden impulsar ciertos mensajes políticos con los que son atraídos a una ideología o a una idea, sin contrastar, pero fácilmente identificada como certera.
Esta idea puede ser una ideología con la que quizá no terminamos de estar de acuerdo pero que promete siempre una cosa, ser simple. Kruglanski propuso este término para hacer consciente a la población de algo muy necesario hoy día:
Duda de toda explicación que prometa ser siempre sencilla.
Manuel Alonso
BIBLIOGRAFÍA
Tajfel, Henri y J.C. Turner. (1986). The Social Identity Theory of Intergroup Behaviour. Chicago.
Duckitt, J. & Sibley, C. G. (2014). Personality, ideological attitudes, and group identity as predictors of political behavior in majority and minority ethnic groups. Political Psychology.
Kruglanski, W. A., & Webber, D. (2014). The psychology of radicalization.
De Grada, E., Kruglanski, A. W., Mannetti, L., & Pierro, A. (1999). Motivated cognition and group interaction: Need for closure affects the contents and processes of collective negotiations. Journal of Experimental Social Psychology.
Zubieta, E., Delfino, G., & Fernández, O. (2008). Dominancia social, valores y posicionamiento ideológico en jóvenes universitarios. Psicodebate.